¿Dónde se originó “el gaucho”?
Por Ignacio Decundo.
Churrasqueando en estancia "Mari-Huincul" (Partido de Maipú) |
Una tarde
de lluvia fue la excusa para sentarme a releer el Martín Fierro. Tratando de
hace una analogía entre los que como Fierro cabalgaban la pampa y el gaucho tal
como lo conocemos hoy, encontré pocos puntos en común, pero me surgió una
inquietud: ¿cuál es el origen del gaucho?
Recuerdo
haber aprendido mucho en la escuela sobre la conquista, el origen de los
conquistadores; incluso de las culturas aborígenes que perdieron la tierra y la
libertad en nombre de la civilización y el dios europeo – unos cayeron bajo un
fusil, otros bajo una cruz.
Pero
sobre el gaucho, poco. Es así como comienzo a buscar información y llego a la
obra “Conozcamos lo nuestro” de Enrique Rapela, fechada en 1977, sin duda un
homenaje al gaucho donde describe e ilustra muchos detalles de la vida del
gaucho en sus inicios.
Rapela
plantea su origen en algunos párrafos que me gustaría compartir; y sirvan estas
líneas como invitación a quien guste aportar información sobre este tema tan
argentino. Dice Rapela:
“El
nombre de “gauchos” o “gauderios”, que designaba al principio a estos
aventureros de la llanura, comprendió después a todos los hombres de campo
dedicados, por lo general, al pastoreo.
El gaucho
fue siempre de tez blanca. Su aspecto tuvo más de árabe que de indio como
pretendieron hacer creer los historiadores al servicio de algo que no tenía
nada que ver con nuestro origen. (…)
Muchos
son los autores que han querido ver en el moro español, el origen de nuestro
gaucho. (…) Vieron en el poncho el albornoz de los berberiscos, y el chiripá
les recordaba los amplios calzones de los levantinos. El ancho tirador escamado
de monedas, los coloridos y amplios pañuelos, como la faja que sujetaba el
chiripá, se les antojaba orientales; los amplios facones (herramienta y arma),
las grandes barbas y los amplios calzoncillos bordados los indujeron a caer en
ese error. (…)
Las
particularidades de las prendas de vestir, el tipo físico, el modo de montar, y
muchas palabras de origen árabe de uso en la pampa como “jagüel”, por ejemplo,
han inducido al error de dar como posible origen una emigración a esta parte
del mundo, de los moriscos españoles. Esto es desechable porque los moros no
vinieron entonces a América por varias razones; carecían de espíritu aventurero
y, sobre todo, porque temían al mar.
Pero sí
vinieron los españoles amoriscados, los maravillosos jinetes andaluces,
aquellos espléndidos hijos de moros que, al verse en estas dilatadas llanuras,
renació en ellos la dormida herencia de sus abuelos, aquellos bohemios
soñadores venidos de los inmensos desiertos arábigos que abandonaros para
conquistar casi toda la legendaria España que dominaron durante tantos siglos y
sólo abandonaron a punta de lanza, bajo el fecundo reinado de Isabel la
Católica en aquel 1492, dejando con fuerza indeleble como herencia, su
maravilloso arte y la entonces extraordinaria cultura milenaria que entonces
entró en el ocaso.
La
primeras generaciones nacidas aquí conservaron el carácter belicoso de los
expedicionarios de Juan de Garay y Pedro de Mendoza, luchando contra el indio
sanguinario, valiente y terrible cuando supo dominar el caballo.
De esta
lucha surgió el “gaucho”, jinete gallardo y valeroso que conservó, en medio de
su rusticidad intelectual, la rectitud de carácter y la nobleza de corazón. Los
negros eran malos jinetes; los indios eran ladrones; el gaucho era de a
caballo, honrado y valiente hasta la temeridad. Su indómito valor los
transformó en gran guerrero, gestor de la emancipación americana.
Hospitalarios, al viajero le dan comida y albergue sin preguntar quién es ni
adonde va”.
Además,
aprovechando la cercanía de una fecha en que la tradición parece más viva, me
gustaría resaltar uno de los valores más importantes del gaucho de la época de
Martín Fierro, la libertad.
Era libre
de toda religión, no respetaba autoridad –Cacique o Cabildo- ni siquiera creo
que amara a la patria, en el sentido de nación, el amaba a su tierra, su pampa,
y eso defendía. Si luchó por otros motivos que la mera supervivencia y sus
derechos, fue obligado. Vivía sólo con lo necesario, respetando su entorno
natural.
Después
las cosas fueron cambiando y los gobiernos avasallaron todo.
Y llegó
el gaucho de hoy, que perdió un poco su libertad, pero sí conserva una de sus
características que lo hacen notable:
la Honestidad.
El gaucho de la izquierda cortando el asado era mi bisabuelo EMILIO LORA, alias el Gato Bayo, que trabajaba como capataz en la estancia Miraflores propiedad de Ramos Mejia en Monsalvo