JOSÉ LUIS MOLINA, CAPATAZ DE MIRAFLORES.
Investigación; Juan R. Naddeo.
El capataz de Miraflores, José Luis Molina, al ver salir a Ramos Mexía,
su patrón, con rumbo a la
Guardia de Kakel a presentarse, empezó a sospechar que algo
raro pasaba y mantuvo alerta a la peonada, hasta que al fin llega el capitán
Ramón Lara con orden de allanar la estancia. Molina huye y se refugia en las
tolderías de los pampas. Decide vengar al patrón, su mas querido huinca entre
los pampas. En un mes u medio reúne mil quinientos lanceros con sed de
venganza, destruye el Puesto de Kakel y Dolores apropiándose de varias
familias, entre ellas la del capitán Lara, fundador de la ciudad y viejo
conocido de Molina. Dos meses después repiten la misma operación en Pergamino.
En 1825 se escapa de la indiada y se presenta en el Puesto de Kakel
pidiendo su perdón, el cual es concedido por las autoridades militares. Lo
esperan su caballo, su equipaje, lazo, facón, naranjero y boleadoras. Cabalga
hacia el sur, nadie asiste a su partida, su cara de bravo tostada al sol de los
desiertos, es acariciada por su poncho pampa.
En el año 1826, Bernardino Rivadavia es designado presidente de la República , el momento es
difícil, Brasil ha declarado la guerra bloqueando el Río de La Plata. Los imperialistas quieren
aprovechar el momento, desean tomar Buenos Aires y adueñarse para siempre del
Río de la Plata. Eligen
a Carmen de Patagones, al sur de la provincia de Buenos Aires como lugar ideal
para iniciar el bloqueo.
A fines de 1827 aparece ante la desembocadura de Río Negro una poderoso
escuadra brasileña que se compone de dos corbetas, “Duquesa de Goyac” e
“Itaparicá”; un bergantín, “Escudeiro” y la goleta “Costanza”, entre las cuatro naves superan un armamento de cincuenta cañones Carmen de Patagones era en ese entonces, un pequeño pueblito, a cinco
leguas de la desembocadura de Río Negro, con poco menos de quinientos
habitantes, casi ignorado. El caserío es muy pobre, con varios ranchos
abandonados, la edificación mas importante es un compacto edificio de piedra,
aunque bastante deteriorado, llamado “El Fuerte”. Gobernaba en esa época el
coronel Martín Lacarra.
Las fuerzas imperialistas con seiscientos cincuenta y cuatro hombres,
estaban al mando de James Shepherd.
Los soldados estaban equipados con armamentos modernos. Es lógico que
el éxito debía coronar su esfuerzo.
El gobernador Martín Lacarra. Reforzó una improvisada artillería. El 28
de febrero los brasileños empiezan el operativo internándose en el Río Negro.
Mientras tanto, en Patagones, la población se prestaba a resistir el
ataque a pesar de la notable diferencia de fuerzas y armamentos.
José Molina con veintitrés gauchos, observa los movimientos del
enemigo, están esperando jugarse en esta desigual contienda, pero esta vez lo
harán por la Patria.
El 6 de marzo Shepherd ordena el desembarco a 15 kilómetros de
Carmen de Patagones y se pone al frente de cuatrocientos hombres.
Los gauchos de Molina no les pierden pisada, Usando un ardid, consigue
que uno de los gauchos guíe a los brasileños. El baqueano cumple con las
instrucciones de Molina, y lo interna tierra adentro, caminando casi toda la
noche, Molina se apodera de los botes de desembarco y los destruye
Con las primeras luces del día Shepherd llega al Cerro de las
Caballadas desde donde se domina la población. La artillería y la fusilería de
los pobladores comienzan su ataque desde todos los ángulos. Los imperialistas
cansados y hambrientos se encuentran sorprendidos. Uno de los primeros disparos
dio muerte a Shepherd.
El gaucho Molina, ex capataz de Miraflores, aprovechando el
desconcierto de los invasores, con sus veintidós jinetes criollos se dispersan
en forma circular, buscando la dirección del viento, prendiendo fuego a los
pajonales. Un aro de fuego acorrala a los brasileños. El cuadro es dantesco,
deben rendirse, irremediablemente. Los gauchos contemplan su obra, su
estrategia criolla ha superado a la técnica de tropas disciplinadas. Se logran
en esta acción trescientos dieciséis prisioneros – diez oficiales y trescientos
seis soldados.
Carmen de Patagones escribe así una de las páginas más importantes de
nuestra historia. José Luis Molina ha quedado ha la sombra del olvido, hombre
discutido par algunos, un bandido para otros, pero para los mas un gaucho bueno
y valiente, un producto de medio ambiente de su época, con algo de Martín
Fierro…
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Bibliografía; Romay – M. Scenna. D. Santillán y Hernán Baulato
MEMORIAS DEL
TENIENTE CORONEL JUAN CORNELL
“…en la derrota que sufrimos al Sur de las faldas de la Tinta , hubo hasta quince
días después, disperso a pié. Lara estuvo en la estancia de Monsalvo.
“Cuando la entrada grande, después de la expedición de Rodríguez,
prisión de Ramos Mejía, y fuga de los indios de la estancia Miraflores, Lara,
iba de Kakel a Dolores con cien hombres. En el promedio lo encontró D. Gregorio
Marín a quién había cautivado y mandaban de chasques los caciques Pichiman,
Ancalifú y otros, con una carta en que decían a Lara: “…Tenemos toda la familia
de VD, en nuestro poder, pero no somos tan inhumanos como los cristianos; está
con salud y bien cuidada…” En efecto como al año y medio, la mandaron por el
partido de Ranchos, y el general Rodríguez aprisionó a los indios conductores.
Esta fue una felonía.
Sin ofender a la familia que hoy desciende de aquel general, ni mejorar
a los Ramos Mexía, diré la expedición de Rodríguez a los Huesos, y el atropello
a los Ramos que dio lugar a la fuga de Molina, su capataz, y los peones El
Guaireño y Rojas, como también de los caciques Antonio Grande, Ancalifú y
Pichiman.”
Molina no fue bandido. Desertó a causa de la prisión de la familia de
Ramos Mexía, de quién como digo, era su capataz. Había sido de los Granaderos a
Caballo y como era lenguaraz ganó los indios; casó entre ellos y se hizo
caudillo y condujo la primera entrada,
cuando destruyeron Dolores y fue prisionero Don Gregorio Martín ya citado.
Desavenido con los indios y muerto El Guaireño por ellos, huyó de las
tolderías, entonces acampadas en Chapaleufu, Tandil, Los Huesos y Tapalqué y se
presentó a Cornell en Kakel, quien pensó que no teniendo un solo baqueano, este
sería útil a la expedición de Bahía Blanca; lo hizo custodiar con guardias
dobles en Kakel para que no lo mataran, pues el vecino D. Gregorio Marin con
una gruesa partida intentaba atropellar la guardia para ultimarlo, consiguiendo
aplacarlos y disolver la partida…
Bibliografía; Abel Valle – F. Romay – M. Scevino – D. Santillán – H.
Bauloto.