El cielo, el infierno y
una zona intermedia.
Por Felix Helú.
Una noche,
estando internado en una clínica de la ciudad de La Plata, se separó el alma de
mí y tomó rumbo al cielo.
En la puerta
del Paraíso me encontré con San Pedro, quien al verme, me dijo: ¿Qué hace usted
aquí? Y… no sé, le contesté, yo creía
que había terminado mi misión en la tierra y por eso he venido. Mire, me dijo San Pedro, esto es un error,
además usted no reúne las condiciones necesarias e imprescindibles para acceder
a este lugar; le digo más, tampoco es tan fácil recibir este premio, son muy
poquitos los que entran derecho al Paraíso y muchos los que van directamente al
infierno. Y usted, más allá de que su
presencia en este momento sea un error, no está
en condiciones de ser admitido; pero no se asuste, tampoco será
condenado al infierno. ¿Y entonces?, le
pregunté yo. Si realmente hubiera
cumplido su ciclo y llegado su turno, usted iría a la “zona intermedia”, dijo San
Pedro. ¿Y qué es eso?, indagué. Ese es el lugar adonde van las almas que no
han sido lo suficientemente buenas, pero tampoco tan malas, a terminar de
purgar sus pecados. Ah!, el Purgatorio! le corregí.
Así es como le llaman ustedes, me contestó, tal vez por eso de “purgar”,
pero en realidad se llama zona intermedia.
De manera que vuelva a la tierra y trate de aprovechar y usar bien el
tiempo que le queda, para que cuando sea realmente llamado, esté en mejores
condiciones que ahora. ¿Y a qué religión
debo consagrar el resto de mi vida para estar mejor en gracia de Dios?, le pregunté. Mire, dijo San Pedro, cada uno piensa e
interpreta a su manera la idea de Dios, qué es lo que se quiere y lo que se
puede hacer, cuales son los ritos y las formas, como debemos vivir y
comportarnos. Pero Dios no tiene
religión.
Todas las que proliferan en la
tierra son invento de los hombres, la mayor parte porque usufructúan con ellas
y otros que actúan de buena fe porque creen que ese es el mejor o tal vez, el
único camino para llegar al Señor. Pero
a él no le interesa qué religión practique cada uno o que no practique
ninguna. La única y mejor religión, si
usted quiere llamarla así, es la que cada uno lleva dentro de sí mismo, con un
libre albedrío que le permite elegir entre lo bueno y lo malo, porque si éste
no existiera, o sea, la posibilidad de obrar de un modo o de otro, no tendría
sentido hablar del Bien o del Mal; de lo justo o lo injusto; porque la conducta
estaría establecida a priori y no habría alternativa ni posibilidad de
cambiarla.
Ese conjunto de normas y de
leyes morales, más muchas virtudes que están dentro de todos nosotros y hay que
saber usar para el bien, brindando amor, comprensión y solidaridad, con vuestra
capacidad de raciocinio y una férrea voluntad al servicio de los demás,
continuó San Pedro, es lo que realmente valora Dios, al margen o dentro de la
religión que cada uno practique.
Ah! Y otra cosa, todas las acciones que usted
realice en la tierra, sean buenas o malas, se computa doble; por ejemplo: cinco
años de buenas acciones equivalen a diez, pero también los años de malas
acciones se duplican; por eso hay que aprovechar muy bien los años allá abajo;
porque después aquí, en la zona intermedia, el tiempo que pasa es simple. Todo esto es así debido a que en la tierra
las tentaciones son muchas, diversas y variadas, grandes y fuertes, acosan
permanentemente y adquieren mil formas y apariencias para seducir al humano;
por lo tanto, significa un gran esfuerzo luchar contra ellas.
Volvió mi
alma al cuerpo, me desperté y me quedé pensando…