Breve
historia de juegos y juguetes
Por Germán Robles
Los
juegos en el siglo pasado incluían la imaginación de manera especial, en
aquellos tiempos era, mucho más que en la actualidad, propiedad de los menores.
Los
roles no se confundían.
Estaban
claramente diferenciados los juegos de interior de los que necesitaban el aire
libre y considerable espacio, y dentro de estos los que requerían más de un
participante. La imaginación estaba especialmente excitada gracias a la
lectura, quizás debiésemos decir diversión.
Los
textos para niños abarcaban desde los cuentos de hadas, las fábulas o la
mitología
adaptada
a su mentalidad. Para los más grandes Julio Verne y Salgari, entre otros,
fueron los exaltadores de la aventura y los viajes exóticos, no pocos tuvimos
nociones de geografía gracias a ellos.” Veinte mil leguas de viaje submarino “o
“Las aventuras del león de Damasco “son solo nombres de una larga lista que los
chicos de once, doce y hasta quince años virtualmente
“devoraban “.
Durante
años los barriletes sobrevolaron las casas o en los baldíos y potreros en los
que
también
se jugó al fútbol (antes le decían “football”). Más de una fotografía ha
documentado al novel jugador arrodillado o en cuclillas junto a la pelota.
Para
los varones de tiempo atrás pocos juguetes tenían mayor atracción que los
soldaditos de plomo, el mecano y los trenes, especialmente los eléctricos.
A
ellos debemos sumarles las cajas con elementos para construir casa. Obviamente,
estos eran juguetes caros, no obstante, lo cual tenían sus sustitutos
accesibles. En contraposición a los soldados con volumen, brazos articulados y pintados
de acuerdo a modelos establecidos, estaban los casi planos con una simple base rectangular
y que podían no estar pintados.
Los
mecanos tenían varios modelos según su costo, no obstante, lo cual podían ser
incrementados
gracias a un completísimo catalogo de piezas. Otro tanto sucedía con las cajas
con piezas para armar construcciones.
Un
caso particular fueron los trenes, que en no pocos casos eran adquiridos por
los padres para poder jugar con ellos ….. Las vías se compraban en módulos con
lo cual el recorrido podía ser muy simple o pasar de una habitación a la otra.
Demás está decir que había estaciones, cabinas de señales y todo lo que
implicaba un ferrocarril. La versión accesible era mucho más modesta con simples
locomotoras y coches de latón con o sin articulación entre ellos llegando a no
tener vías, la imaginación suplía las carencias.
Las
chicas mientras tanto tenían predilección por todo lo que fuese hacer las
mismas cosas que sus madres, dentro de lo que cabía el vestirse con sus ropas.
Las
muñecas eran desvestidas y vueltas a vestir, la muñeca “Marilú “en las décadas
de 1930 y 1940, tenía un variado ajuar y su propio dormitorio.
Las
chicas llevaban a pasear a sus muñecas por la casa, la vereda o la plaza, en
réplicas a su escala de los cochecitos para bebés o les hacían tomar el té en
vajillas de miniatura.
En
este mundo reducido tenían lugar las maquinitas de coser y las cocinas.
No
podemos olvidarnos de los juegos bautizados “fuelles”, porque si bien se
jugaban entre chicos no pocas veces intervenían los grandes, el “Juego de la
Oca”, el “Ludo”, el “Dominó” las “Barajas” o “el Estanciero”.
Los
sonidos infantiles a veces se creen olvidados, pero allí está el de los dados
dentro del cubilete de cuero para el “Juego de la Oca “, la explosión de las
cebitas en los revólveres de latón o el zumbido del trompo, que en ciertos
casos tenía una música especial.
El
“balero” se jugaba en todas partes y curiosamente las mujeres lo jugaban
también con
habilidad.
Saltar
la cuerda alrededor del año 1910 era posible en el interior de las viviendas
gracias al tamaño de las habitaciones.
Los
espacios al aire libre eran indispensables para jugar al volante, para hamacarse
y
deslizarse
por el tobogán. Allí tenían espacio las chicas que jugaban a la mancha venenosa
o a las estatuas, mientras los varones jugaban al sapo, las bochas, que en
realidad era un juego de grandes, o bien se juntaban con las chicas para competir
en la “rayuela”.
A la
excitación de la imaginación contribuyeron los cuentos de Andersen, de Perrault
y demás cuentos de hadas.
Los
juguetes en nuestras vidas tienen una connotación especial, es imposible
separarlos de la relación familiar, del afecto de un mayor hacia un niño, del
despertar de la imaginación y de determinados lugares familiares.
Alguna
vez se comenzó a jugar, y siempre, aunque de diferentes maneras se siguió
jugando, es una buena y saludable costumbre así que después de leer estas líneas
“SONRIA, QUE JUGAR HACE FELIZ...”
Germán Robles - Maipú: Julio de 2009

